Potenciemos el trabajo en “Comunidad de Personas”

 Comparto tanto el punto de vista del Prof. Antonio Argandoña respecto a que dentro de una empresa y organización, debemos de hablar y tratar a nuestros equipo de trabajo como una “Comunidad de Personas”. Donde no dejamos otros elementos importantes para la empresa como es su estructura y recursos financieros, sus instalaciones, procedimientos, políticas, etc., pero junto, al lado, detrás, delante de todo esto estamos las personas y somos los que trabajamos con esos medios, los que generamos los productos, los que prestamos los servicios, los que garantizamos una buena experiencia del usuario, en general, somos las personas la energía y potencia de una organización.

Frente a esta forma de pensar, sentir y actuar, debemos ser autocríticos con nosotros mismos, independientemente del rol y responsabilidad que tengamos, si en la empresa en la que trabajamos tenemos una auténtica comunidad de personas.

Desde siempre los departamentos de recursos humanos, ahora cada vez con más y diversas denominaciones, como por ejemplo, Gestión del Talento (mi favorito), han ido adoptando más y mejores medidas, políticas con el objetivo de reforzar que el “talento” sienta la empresa como suya, o al menos su nivel de compromiso para la empresa siga una curva incremental. 

Sin dudas dichas políticas, partiendo además de la cultura de la organización, su visión y misión, nos ayudan como responsables a potenciar la vivencia de comunidad de personas, a través del respeto y reconocimiento que todo trabajador tiene su vida personal, familiar y social, no sólo vive para trabajar.

El darles libertad de decisión, libertad para que expresen (y desarrollen) sus ideas, para que se equivoquen, otorgarles plena confianza al asignarles una tarea o responsabilidad, ser un compañero que prima ver y analizar los errores no tildar a una persona por equivocaciones, que enseña y acompaña en el desarrollo de esa persona a través del ejemplo, de una carrera profesional dentro de la empresa, pero también con aportación por si algún día decide salir de la misma, despojarnos de egoísmos y egocentrismos asociados a departamentos, proyectos, unidades de negocio, marco tecnológico.

Creo que vivir (más que trabajar) como una comunidad de personas, tal como lo describe el Pror. Argandoña nos ayudará a entre todos tener más iniciativas, arriesgar a ganar-ganar, multiplicar más que sumar los resultados positivos de un proyecto, y aprender, aprender cada día a ser y hacer mejores a todos los miembros de la “comunidad de personas”.   

Empecemos a potenciar el Liderazgo Aumentado

El debate y enfrentamiento entre las soluciones basadas en Inteligencia Artificial y el posible reemplazo que estaría abocado el ser humano en algunas tareas, crece cada vez más.

Creo que no es discutible que el ser humano no puede competir frente a una máquina (robot, algoritmo, sensor, etc.), a nivel de capacidad de cálculo, velocidad y rapidez de respuesta, y sobre todo frente al procesamiento de un gran volumen de información transmitida y procesada de forma síncrona y paralela. Sin embargo, esto no lo inhabilita como elemento clave para tomar una decisión, e incluso tomar la decisión de invalidar el resultado de un sistema automático.

Y esto es así, porque el ser humano y su capacidad analógica de procesamiento, su forma de pensar y empatizar con el entorno, le da todos los atributos y experiencia necesaria para ser parte activa de la cadena de toma de decisiones informada.

La sensibilidad que como humanos disfrutamos, nos lleva a evaluar aspectos que o bien no fueron programados en su momento en un algoritmo de inteligencia artificial, o bien no es posible (a fecha de hoy) hacerlo. Debemos valorarlo así, pero sobre todo potenciarlo, a tal nivel de trabajar en una fusión máquina-humano o humano-máquina, que más da el orden cuando se trata de sumar, multiplicar sus capacidades, de tomar lo mejor de cada uno de acuerdo al contexto en el que nos encontremos.

Debemos empezar a tomarnos (y ponerlos en práctica) más en serio conceptos como el Liderazgo Aumentado. Debemos encontrar la manera de combinar tecnologías habilitadoras de un mayor liderazgo del ser humano, sumando las capacidad de tecnologías como la Inteligencia Artificial con el talento humano, sin discriminación de ninguna de las partes, siempre con el objetivo de generar valor y entregar valor para el bienestar de las personas, que al de cuentas somos hoy por hoy, quienes hacemos mover este planeta llamado Tierra.

Una sociedad basada en datos e IA

Todo avance tecnológico es necesario analizarlo desde diferentes puntos de vista, así como se demuestran y comunican todos los beneficios; así también, tenemos la obligación de cuestionar si hay riesgo de tener consecuencias negativas, ya sea de forma explícita como implícita. 

Actualmente, vivimos en una sociedad basada (y desgraciadamente también “manipulada”) en datos. Los datos, por sí mismos,  no llevan a tener consecuencias benévolas o perjudiciales hacia la sociedad. Más bien el uso que de ellos se hace con o sin permiso (y transparente conocimiento) del propietario de esos datos. Partiendo de esa premisa, está en la misma sociedad ser determinante en la tarea de plantear cómo, cuándo y en qué medida, controlar y si cabe, limitar, la aplicación de una solución basada en datos e IA. 

Es difícilmente abarcable, transmitir y hacer entender a la sociedad en general, de todos los riesgos de una tecnología, y a esto no escapa la IA. Y más difícil es, si únicamente planteamos los beneficios y contribuciones a la sociedad de la visión por computador, el aprendizaje automático, la sinergia entre la IoT y la IA, los ya omnipresentes asistentes de voz en nuestros hogares, la ubicuidad en la geolocalización a través de nuestros dispositivos móviles, etc. Hoy por hoy, la aplicación de la IA está teniendo mayor difusión, pero hace falta potenciar y extender más el debate sobre los aspectos éticos, que está tecnología habilitadora, nos trae a los seres humanos. Mucho más allá del debate sobre la empleabilidad y protección de datos, ambos temas ampliamente discutidos y hasta cierto con regulaciones que estamos obligados a cumplir.

Es por ello, necesario ir más allá, focalizando nuestro esfuerzo en conocer, reforzar y difundir los valores y principios éticos, como investigadores en IA, como profesionales que somos de la IA, como empresas generadoras de soluciones IA, y por supuesto, como usuarios activos de aplicaciones IA. 

Todo esfuerzo en la definición de principios, nos ayudará a confiar y aceptar con pleno conocimiento de causa, los avances tecnológicos. Pero sobre todo, nos ayudarán a plantar cara al mal uso de las tecnologías y a evitar el sufrimiento de sus consecuencias negativas en nuestro entorno laboral, de ocio, personal y económico. 

Uno de los aspectos éticos, actualmente debatidos sobre la IA, es la definición del “Responsable moral de un servicio o producto basado en IA”. Difícil trabajo tenemos como humanidad para definir ese responsable. Aquí influyen, desde luego, los valores ya asentados, partiendo de los derechos humanos; pero habrá que estar alertas sobre las motivaciones como humanos que tenemos, intentando apartar ideologías, sesgos, prejuicios, desigualdades, pero sobre todo evitando el egoísmo, para poder ser capaces en pensar en el bien común general de la sociedad. 

El papel de las personas en la innovación

Vivimos una explosión de trabajo colaborativo, ya llevábamos enfrentándonos varios desafíos a nivel humanitario, pero la crisis del COVID-19 ha tenido (y sigue teniendo) un efecto masivo y amplio que no distingue de país avanzado o subdesarrollado, de clases sociales, de poder económico. Es precisamente, éste aspecto característico de la pandemia actual, la que ha acelerado procesos colaborativos para definir e idear soluciones, aportaciones, prototipos, regulaciones, partiendo siempre de la habilidad de empatizar con la realidad de quiénes más expuestos están y de los más desprotegidos de la sociedad, sin dejar de lado la recuperación y sostenibilidad de una calidad de vida que ahora se siente amenazada.

En este proceso de encontrar soluciones a un problema, las empresas TIC han tenido un papel relevante- Se ha acelerado el proceso, gracias a tecnologías habilitadoras como la Inteligencia Artificial, el Aprendizaje Automático, Big Data, la Internet de las Cosas, Cloud Computing y la cada vez mayor capacidad de recopilar, almacenar y procesar todo este gran volumen de información. Pero por sobre todo estos avances está el papel que han tenido y tendrán las personas, grandes profesionales, muchos de ellos de forma desinteresada, apolítica y poniendo inclusive sus propios recursos (incluso “robando tiempo a sus seres más queridos en pro de ayudar a los demás”).

Sin embargo, cada vez nos encontramos con una dura (y triste) realidad cuando analizamos los datos de inversión que las empresas TIC hacen en innovación.

Podemos partir de una primera visualización al gráfica extraída del artículo de Xavier Ferràs “I+D en el mundo 2020” como comparativa de cómo estamos a nivel país en inversión en Investigación y Desarrollo:

  ImasD el emundo 2020

Pero más preocupante es evaluar los datos al relacionar la inversión pública y la privada, donde vemos claramente que en España estamos ya no sólo por detrás en términos generales de inversión en I+D respecto al PIB y al resto de economías europeas, sino que además las empresas privadas invierten menos que el estado.

Inversión ImasD publica vs privada

Es aquí donde planteo el debate sobre ¿Cuáles creemos que son las razones que provocan que las empresas TIC no inviertan en innovación? Y ¿Qué ventajas aporta la innovación a las empresas TIC?

Respecto a las razones podría destacar las capacidades y recursos propios para afrontar un proceso de innovación interna, y relacionado a esto, la falta de visión y proactividad por implementar procesos de innovación abierta de las empresas TIC, de la cual, podría aprovechar sinergias y distribuir esfuerzos con otros actores del entorno como son la propia administración pública, la cadena de valor (proveedores, distribuidores, clientes finales), la competencia, los centros educativos y más aún sus centros de investigación. A todo lo anterior, podríamos añadir el limitado nivel de habilidades y competencias de la fuerza laboral para generar, gestionar y potenciar la innovación en sus empresas, algo que encuentro está bastante relacionado con que las empresas TIC (y no TIC) priorizan los resultados y margen económicos, viendo en muchas ocasiones la inversión en el talento humano como algo menos prioritario, y lo que es aún peor, escenarios donde lo ven como un gasto, más cuando hablamos de inversión en innovación centrada en las personas.

Las empresas TIC deben ser conscientes del error que no priorizar y apoyar la innovación, y sobre todo la escasa apuesta por una innovación abierta donde el centro de la misma sean las personas, ese talento humano, perdiendo ventajas competitivas en un entorno cada vez más VUCA (Volátil, Incierto, Complejo y Ambiguo). Pierden ventajas de estar preparados no sólo para liderar sectores, diferenciarse por producto o servicio prestado, sino además mitigar crisis (como por ejemplo el COVID-19) cuando ellas aparezcan. Finalmente, cabe destacar que la ventaja de apostar por la innovación en las empresas TIC, podría reflejar el beneficio de aumentar el compromiso de los equipos de trabajo de dichas empresas, incrementar el sentido de pertenencia y valoración dentro de la empresa TIC, motivación intrínseca que ayudaría a la fidelización del talento humano, a un aumento de productividad y por lo tanto, al aumento de beneficios no sólo económicos para la persona, empresa y su entorno social a través de la apuesta continua en la innovación.

Educación para la Paz: Enseñanza en Valores

A continuación comparto el resumen de la ponencia «ENSEÑANZA EN VALORES». Presentada en la reunión d emiembros de la Organización de las Américs para la Excelencia Educativa (ODAEE), DIRIGIR & REDEFINIR EL FUTURO DE LA EDUCACIÓN HACIA LA CONSCIENCIA Y LA PAZ, realizada los días 12 y 13 de Febrero de 2018 en la Habana-Cuba,  junto a Rosario Peláez y Alexandra Pérez.

RESUMEN

Ante el panorama de la situación del sistema de Educación en nuestro país y en América, surge luego de un estudio la alternativa de poder cambiar o mejorar el rumbo equivocado de los últimos 40 años en donde la educación ha sido meramente un proceso de enseñanza cognitiva sin concientizar los avances y los valores que deben prevalecer por sobre todas las cosas.

Uno de esos valores fundamentales en las relaciones humanas constituye justamente LA PAZ, que es de mucho interés no solo a nivel social sino también a nivel educativo para la convivencia con los demás.  Es así que podemos manifestar que la Cultura de Paz puede comprenderse como el conjunto de valores, actitudes, tradiciones, comportamientos y estilos de vida, que el ser humano adquiere desde su hogar y forja y fortalece desde las aulas de clases.

Tanto el gobierno de turno, como la comunidad y la sociedad en general debe tener el compromiso claro y sincero de mejorar la calidad de la enseñanza, en donde la comunidad educativa en general debe fomentar la Paz a partir de la cual se logre profundizar y generar modelos y proyectos aunados para una sociedad justa, solidaria y enriquecida de valores.

Debemos sensibilizar y estar claros que las escuelas son fundamentalmente espacios de paz, donde día a día se coordinan acciones en donde los estudiantes se ven inmersos.  Es allí en donde de manera clara, constructiva y no violenta, en donde se inculca y se educa en el diálogo, en la cooperación, la solidaridad, la amistad, el servir a los demás.  La finalidad es abordar los conflictos no como un conflicto o como algo negativo sino como una oportunidad para construir un mejor ambiente donde convivir.

Por ello pretendemos a lo largo de este articulo exponer en que consiste la Paz y la manera como los docentes influimos y orientamos a los estudiantes para vivir y convivir con los demás en forma armónica teniendo en cuenta que todos somos iguales sin importar raza, sexo o condición social.

El trabajo con recursos compartidos merece una reflexión

     La exigencia del mercado nos lleva a involucrarnos en proyectos cuya ejecución es simultánea y paralela. Así también, la complejidad demandada en los servicios prestados demandan múltiples perfiles profesionales con dedicación puntual o parcial en muchos casos. La reflexión que invito a realizar es: ¿están nuestras organizaciones preparadas para trabajar con recursos compartidos, pero no sólo de nombre sino más bien me refiero a trabajar colaborativamente de forma eficiente y eficaz?

     Creo que la mayor complejidad es la sincronización de los recursos durante el ciclo de vida del desarrollo e implementación de los productos o servicios. Una sincronización que merece especial cuidado y cintura cuando dichos recursos tienen diferentes intereses 0 lo que es peor únicos intereses, dando prioridad a los proyectos que más les aportan o reportan beneficios, independientemente del tipo que sean aquellos.

     El problema se agrava cuando son los propios responsables (mandos intermedios o de alto nivel) que sin dejar de comprometerse en la tarea de compartir recursos, muestran una mayor inclinación por priorizar las tareas de “sus” proyectos, los que más tienen a mano, los que más ventajas le darán a su área, unidad de negocio, departamento o equipo de trabajo.

     ¿Tanto nos cuesta pensar como una sola organización? O quizás no sea esa la pregunta correcta, porque pensar y transmitir se suele hacer bien, pero ¿tanto nos cuesta actuar como una sola organización? Donde el beneficio de uno redundará en el beneficio global, por ende en el beneficio de todas las unidades de negocio y todos los equipos de trabajo.

     Llegados a un punto en donde por falta de compromiso, fracasan o se cierran proyectos de forma ineficiente, debemos de tomar medidas ya que al final afectará a la experiencia y satisfacción de nuestros clientes (y no sólo los clientes externos). Medidas donde no basta una comunicación fluida, clara y constante, no basta el disponer y utilizar las mejores herramientas de trabajo colaborativo, no basta con tener comités o grupos de trabajo horizontales o especializados en una u otra tecnología/asunto/sector. Es necesario, una mayor sincronización y compromiso, un mayor reconocimiento y vivencia de que somos una única organización y debemos actuar y trabajar como tal.

Innovar desde la base

          El otro día leía que la acción del “me gusta” (tan utilizada en redes sociales como Facebook o Twitter) está quedando obsoleta. Lo que ahora necesita una marca (negocio, profesional, producto, servicio) es un cada vez más demandado: “Te amo”. Amar en el amplio significado de establecer una relación duradera (repetir una compra), estable (confianza mutua), orgullo (recomendar a terceros), co-crear (innovación abierta).  

          Hacer un mero cambio en una organización para lograr sentirse “amada” por el mercado, no es suficiente. Se requiere un cambio y adaptación integral desde la base estructural, que incluyan a las personas, procesos y estrategias. Es una innovación desde la base misma de la compañía, que incluya posiblemente un replanteamiento de la visión y misión de la misma, o siendo menos tajante, una extensión en la aplicación de esa visión y misión en los casos que sean válidas para el momento de transformación digital que estamos viviendo en todos los sectores productivos.

          Debemos trabajar y orientar todos nuestros esfuerzos de transformación digital en centrarnos en:

  • Las necesidades de nuestros actuales clientes.
  • Del porqué de los clientes que hemos perdido.
  • De los hábitos y prácticas de los usuarios finales y reales de nuestros productos y servicios.
  • Del valor en forma y fondo aportado por el proveedor que es parte de nuestra cadena de producción.
  • Centrarnos en el equipo que tenemos, sus necesidades satisfechas e insatisfechas, el grado de sentido de pertenencia y compromiso, su aportación a la innovación interna.
  • Revisar la cadena de valor, ajustando a lo realmente necesario y útil para el cliente.
  • Potenciar la agilidad en los procesos de cambio y adaptación, ganando en flexibilidad y reduciendo la resistencia a no probar/testear una solución aunque finalmente nos equivoquemos y poner el valor el aprendizaje adquirido.
  • Ganar en transparencia interna (la información accesible del empleado) y externa (los datos al servicio del cliente), potenciando así la innovación abierta que retroalimenta la organización.

Como podemos ver, en un proceso de transformación digital no todo es tecnología, aunque ella forma parte del mismo y hay que aprovecharla para conseguir el objetivo de innovar y ganar…pero siempre revisando la base.

Las habilidades digitales ya no se demandan, se “presuponen”

          Es evidente que el término de “nativos digitales” está de actualidad, tanto así que se termina por encasillar a un grupo de personas nacidos en un periodo determinado como 100% nativos en el mundo digital. Pero también es evidente que tenemos varias generaciones (y posiblemente algunos dentro de ese periodo marcado como digital desde que nació) que se están adaptando y abrazando los cambios y desafíos tanto en el contexto personal como profesional que supone trabajar en entornos digitales y estar inmersos en diferentes iniciativas de transformación digital.

          Tanto es así, que cuando nos enfrentamos a un proceso de selección (tanto como demandante como presentando nuestra candidatura aún puesto determinado), parece obvio suponer que un trabajador cualificado tenga unas destrezas digitales que vayan más allá de conocer unos programas de ofimática y saber enviar y recibir correos. Se presupone que cuentan con habilidades que les permitirá desenvolverse y participar del entorno digital de las empresas (herramientas, procesos, plataformas, prácticas).

          Pero, ¿cuáles son esas habilidades digitales?. A continuación y sin ánimo de ser exhaustivo (el mundo actual -y futuro- el cambio en la única constante), se enumeran las siguientes:

  1. Trabajar con información pero enfocado en la obtención de valor (cada vez más estamos en la Internet del valor) para responder, proponer y cubrir desafíos. Tratamos desde la básica habilidad de búsqueda de información, utilización de servicios en línea y eficaz navegación por Internet.
  2. Trabajar colaborativamente y dentro del enfoque online, donde prime una predisposición por compartir el conocimiento a través de blogs, generación de documentación, exposición de conceptos con formatos multimedias, gestión efectiva de mensajería (correo electrónico, chats, redes sociales, microbloging, mensajería instantánea) sin descuidar los canales habituales de interacción y comunicación presencial y analógica (no todo está ni es bueno que se quede en el formato digital, recordar “sobre todo somos y trabajamos con personas”).
  3. Abierto al explorar pero teniendo siempre presente la seguridad, y con ello los conceptos, la actualidad y las herramientas que nos ayuden a gestionar la seguridad, por ejemplo, programas antivirus, gestión efectiva de contraseñas, navegación segura por internet, control y seguridad en las descargas, utilización de dispositivos propios (BYOD), interacción en redes e intercambio de información interna y externa.
  4. Procesar la información en sus múltiples formatos (hojas de cálculo, procesador de textos, base de datos, imágenes, metadatos, multimedia, etc.), favoreciendo la ubicuidad en el acceso, procesamiento y distribución de dicha información.
  5. Manejo de medios multimedia, a nivel de generación, edición, personalización, optimización y distribución de contenido.
  6. Virtualización del trabajo, con conocimiento y uso efectivo de las plataformas virtuales, acceso remoto, edición compartida de elementos, contextualización de tareas y actividades, y transmisión de información.
  7. Ubicuidad y diversidad de dispositivos y equipos de trabajo utilizados, considerando además las diferentes plataformas corporativas, su funcionamiento y nivel de interacción con las mismas.
  8. Autoformación permanente en temas tecnológicos (no sólo los relacionados a cada objetivo de negocio soportado por un ente departamental), donde prime el interés por la actualización en el avance tecnológicos, innovación tecnológica, tendencias. Encontraréis en este mismo blog una entrada sobre Aprendizaje Invisible en las Empresas. Así mismo, en otra entrada lanzo un debate sobre si ponemos barreras difusión del conocimiento.

          Como podemos darnos cuenta, las habilidades mencionadas nos resultan del todo conocidas, tanto así que rebasan el marco digital para ser muchas veces consideradas también como habilidades sociales, cuyo principal pero no único objetivo es el de gestionar y compartir información de forma ágil y eficaz.

          Ahora bien, si consideramos que como tal deben estar presentes en los potenciales candidatos, ¿con qué dificultades te puedes encontrar a la hora de reclutar profesionales con habilidades digitales? Paso a enumerar los siguientes:

  • Que los presupongas a tal punto que no hagas una evaluación explícita de dichas habilidades.
  • Que no las hayas incluido dentro de la ficha de demanda y descripción del perfil buscar y puesto a ocupar.
  • Que tú como reclutador, no conozcas ni des la importancia de estas habilidades y su repercusión/aportación dentro de tu equipo de trabajo y por lo tanto dentro de la empresa.
  • Que se confundan los conceptos o se minimicen el alcance real de las habilidades digitales.
  • Que no dispongas de las herramientas ni técnicas ni experiencia para evaluar la posesión y el nivel de dominio de dichas habilidades.
  • Que consideres innecesarias dichas habilidades y te centren únicamente en las de carácter más “hard” y técnicas propias del puesto.
  • Que consideres que son habilidades que se enseñan en la formación formal, reglada y tradicional.
  • Que presupongas que la posesión de un título (incluyendo los de caracter más técnicos) sea una evidencia de que posees esas destrezas digitales necesarias en todo negocio.

          Independiente de la generación y profesión o sector de actividad económica, tendríamos que reflexionar si la falta de habilidades digitales, ¿Es un problema de formación técnica específica o es un problema de aversión al cambio? Creo que una combinación de ambas, pero con una aclaración en el tema de la formación, donde la educación formal y estructura muchas no siempre potencia o desarrolla tales habilidades, se aprenden con la experiencia, autoprendizaje, formación puntual focalizada a una herramienta, técnica, metodología y buenas prácticas que potencian la habilidad digital. Respecto al cambio, no tenemos otra opción que “abrazarlo”, no podemos dar la espalda a un proceso irreversible como lo es la transformación digital y resistirnos al cambio, es allí donde como líderes o gestores de personas más debemos demostrar nuestras aptitudes y actitudes para conseguir un equipo implicado, comprometido, generadores y adaptados al cambio, y con el permanente interés de ser mejores (no sólo el en hoy sino también en el mañana).

          Como conclusión, debemos dar especial importancia a las habilidades digitales, ya que nuestras organizaciones y el contexto actual (y futuro) lo demanda, para una buena gestión del conocimiento, optimización de los procesos de negocio, potencial la colaboración en el trabajo a través de la ubicuidad y virtualización, trabajar de forma transparente y natural con la nube (a nivel de servicios, ejecución de procesos, y almacenamiento de conocimientos), y no olvidarse de los “softskills” presentes y necesarios desde mucho antes de la actual ola de #TransformaciónDigital.

 

¿Hace falta preguntarnos si es necesario Innovar?

        En un último debate en que he participado, tratábamos el tema de la Innovación. Partiendo de una pregunta que ya de por sí daba mucho juego y potencia al intercambio de opiniones sobre si es necesario innovar, cuándo es necesario hacerlo y cómo se debe innovar.

        Es posible que siempre hayamos tenido presente de manera intuitiva innovar, si se entiende como tal, a un proceso de mejora continua (por poner un ejemplo). Pero en la actualidad, la mejora continua está ya (y si no es así, van tarde) en el ADN de las empresas. Hay que dar un paso más allá, considerando que ese paso es lo que verdaderamente debemos conceptualizar y poner en práctica a través de estrategias de innovación sea de la naturaleza que sea.

        También hay que recalcar que los continuos y acelerados cambios en los mercados y los avances tecnológicos, tanto en oferta como demanda, el mismo hecho de ser agentes de un mercado muy bien informado y comunicado, ha hecho aún más necesaria que las organizaciones innoven, siendo más creativos y ágiles para estar a la altura de las expectativas de sus clientes y mejorar la tasa de conversión y fidelidad de clientes. Hoy en día, tenemos (como usuarios/clientes) a mano información (en cualquier momento, desde cualquier lugar, a mano la omnicanalidad) sobre lo que me ofrece el mercado, a qué precio, con qué otras prestaciones, con qué garantía, con cuáles riesgos, etc. Eso me permite tener un poder que las organizaciones deben saber gestionar, y la innovación (ambas interna y externa) es una buena herramienta para acompañar y mejorar el ciclo de vida del cliente, su experiencia de usuario y para convertirse en su proveedor de confianza.

        El por qué innovar, es fundamental en primer lugar para conservar una posición dentro del mercado y a continuación, mejorar dicha posición. No se trata sólo y únicamente de ganar más dinero (más ventas y más beneficios, o ser eficiente en los procesos productivos y de gestión para bajar costes), sino además de adelantarse a las necesidades del cliente, crear un entorno enfocado a las personas, al final las empresas viven del valor o el precio que esté dispuesto a pagar sus clientes por los servicios y/o productos que provee. Aunque está muy de “moda” el término “User Experience, UX”, es fundamental para completar la respuesta del por qué innovar. Si queremos ser una gran empresa o mejor dicho si queremos obtener beneficios continuos (sean del tipo que sean: económicos, referencias sociales, reconocimiento, etc.) debemos plasmar en nuestra visión y misión la demanda de una innovación, donde el cliente (interno y externo) y usuarios centren todas nuestras iniciativas y estrategias de innovación.

        Respecto al cuándo innovar, respetando el material del curso muy bien evidenciado y constratado, yo lo ampliaría a que no esperar a estar en la cúspide del éxito de un proceso/producto a nivel comercialización y madurez, sino más bien, que en cada fase del ciclo de vida de los servicios y productos, vayamos tomando apuntes y de forma paralela (siempre y cuando tengamos los recursos necesarios, y si no, los creamos/contratamos) avanzar en la innovación a medio y largo plazo (sólo se justificaría a corto plazo y tenemos músculo y hemos identificado la oportunidad para ser disruptivo).

        Analizar el cómo innovar, dependerá de la estructura de la compañía, pero me adelanto a lanzar una apuesta porque en cualquier caso, dicha estructura se adapte al tiempo y demanda actual, donde el cambio es la única constante, donde la agilidad en producir, gestionar, comercializar y donde dar respuesta es “mandatory”, y finalmente fomentar en todo momento iniciativas que mantengan viva y haga crecer dentro de la cultura de la empresa, el ADN de la innovación. Dicho esto, el cómo innovar también dependerá del tipo de cultura que tengamos, sea o bien más conservadora o más inclinada al riesgo. Por ello, el “cómo” yo lo determinaría por las siguientes acciones: hacerlo rápido, saberlo comunicar, ejecutarlo de forma incremental si estamos en un entorno muy experimental, y de forma disruptiva si nuestra madurez interna como organización nos lo permite arriesgar a mayor nivel.

why innovation

        Añadir finalmente, que la innovación es un proceso que debe empezar dentro de casa y que todos seamos consciente y aprovechemos sus ventajas. Si queremos ser innovadores de cara al cliente/usuario, seámoslo como empleados, colaboradores, interlocutores del proyecto llamado empresa.

        NOTA: Creo que no siempre debemos entender la innovación trayendo a nuestra mente a empresas como Google, Apple. Tampoco, pensando en que toda innovación debe ser eminentemente «disruptiva». Ayer precisamente, estuve en una reunión por un proyecto, y me comentaba mi interlocutor: “No creo en la innovación sólo esté centrada en la tecnología, me gusta pensar en las personas a la hora de hablar de innovación” ¿Qué opinas?