Comparto tanto el punto de vista del Prof. Antonio Argandoña respecto a que dentro de una empresa y organización, debemos de hablar y tratar a nuestros equipo de trabajo como una “Comunidad de Personas”. Donde no dejamos otros elementos importantes para la empresa como es su estructura y recursos financieros, sus instalaciones, procedimientos, políticas, etc., pero junto, al lado, detrás, delante de todo esto estamos las personas y somos los que trabajamos con esos medios, los que generamos los productos, los que prestamos los servicios, los que garantizamos una buena experiencia del usuario, en general, somos las personas la energía y potencia de una organización.
Frente a esta forma de pensar, sentir y actuar, debemos ser autocríticos con nosotros mismos, independientemente del rol y responsabilidad que tengamos, si en la empresa en la que trabajamos tenemos una auténtica comunidad de personas.
Desde siempre los departamentos de recursos humanos, ahora cada vez con más y diversas denominaciones, como por ejemplo, Gestión del Talento (mi favorito), han ido adoptando más y mejores medidas, políticas con el objetivo de reforzar que el “talento” sienta la empresa como suya, o al menos su nivel de compromiso para la empresa siga una curva incremental.
Sin dudas dichas políticas, partiendo además de la cultura de la organización, su visión y misión, nos ayudan como responsables a potenciar la vivencia de comunidad de personas, a través del respeto y reconocimiento que todo trabajador tiene su vida personal, familiar y social, no sólo vive para trabajar.
El darles libertad de decisión, libertad para que expresen (y desarrollen) sus ideas, para que se equivoquen, otorgarles plena confianza al asignarles una tarea o responsabilidad, ser un compañero que prima ver y analizar los errores no tildar a una persona por equivocaciones, que enseña y acompaña en el desarrollo de esa persona a través del ejemplo, de una carrera profesional dentro de la empresa, pero también con aportación por si algún día decide salir de la misma, despojarnos de egoísmos y egocentrismos asociados a departamentos, proyectos, unidades de negocio, marco tecnológico.
Creo que vivir (más que trabajar) como una comunidad de personas, tal como lo describe el Pror. Argandoña nos ayudará a entre todos tener más iniciativas, arriesgar a ganar-ganar, multiplicar más que sumar los resultados positivos de un proyecto, y aprender, aprender cada día a ser y hacer mejores a todos los miembros de la “comunidad de personas”.
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